Por si existe la telepatía…

Me vais a perdonar, pero estos días, aunque sé que llevo mucho sin contar nada y algo habrá por ahí que sea más alegre y más feliz…, ando un poco con la cabeza en otras cosas, y esta es mi forma, quizá algo tonta si me creo que van a llegarle las ondas de recuerdo de mi carta, de negociar con la nostalgia y la tristeza. Porque esto también es estar fuera: la pena por “no estar”, el perderse momentos importantes, el no saber si podrás despedirte… No hablo de cumpleaños u otras celebraciones, sino de esos momentos en los que lo único que querrías es agarrar una mano y decir “estoy aquí”.

Saco en claro de estos días que no debemos dejarnos, no debemos pensar que la vida pasa alegremente y somos inmunes a todo, porque a veces golpea fuerte y pesa. No dejéis de llamaros, de abrazaros, de deciros “te quiero”, “me gusta estar contigo”, “te echo de menos”. Porque no somos eternos, aunque alguna gente debería serlo.

“Querida Jefita:

Me has bloqueado la nube de palabras que suelo tener en la cabeza y luego suelto en forma de relámpagos, ideas y truenos, y mira que es difícil callarme… Intento, sin mucho éxito, la verdad, escribir estas líneas sin que llegue la tormenta a los ojos, pero siento que necesito contarle al mundo lo triste que estoy -que estamos-, por no saber si volveremos a encontrarnos, por pensar que los que no te conocen, quizá no tengan la oportunidad de disfrutar de ti; de tus bromas, tu tranquilidad y tus locuras y líos. ¡Qué risa, jefi!, cuando llegué a Pangea y me junté con la locatis de Garriga, y alucinábamos con la señora que iba y venía, y sabía de todo y de nada, y nos explicaba dejándonos más confusas que al principio. Al final confesamos que te llamábamos “Hermi-lía” porque todo era un lío contigo… y ¡qué lío tan bueno! Porque oye, todos tenemos nuestras cosas, y tú explicarte, te explicabas regulín, sobre todo cuando no te conocíamos y no sabíamos “hermiñol”, pero ¡qué grande! Qué gusto trabajar contigo y saber que estabas allí para nosotros siempre.

“Jefita, la he cagado…”, y tú sin mover una ceja, decías “no te preocupes, jefi, que lo arreglamos”. Ni una voz ni un reproche, nada, solo la firme y sana intención de solucionar lo que fuera. “Jefita, que no aguanto más, que boa es un coñazo y estoy harta de las líneas de varios”, y primero ofrecías chocolate y luego te sentabas conmigo a montar un fly and drive por Eslovenia, línea por línea, … porque me creías sin dudar cuando te decía que era un sitio maravilloso, o creábamos un Japón por libre con mil hoteles y trenes que acababa pareciendo un índice de enciclopedia en aquel sistema endiablado.

El primer susto, cuando estábamos encerrados en casa, nos angustió a todos, no creo que sepas cuánto. Y luego llegaron las visitas, las comidas, y mi marcha casi inmediata, que me alejó de tu nuevo territorio, tu barrio, donde podíamos estar un ratito de charleta. Me prometí ir a verte siempre que fuera a Madrid, y creo que lo he podido cumplir más o menos (aunque me duele ahora más que nunca el retraso en Navidad cuando me cancelaron el vuelo y con él la posibilidad de comer un día contigo) . Me gusta que pienses que si hubiera estado en Madrid, hubiera ido a verte muy a menudo, porque es verdad, porque no puedo evitarlo y te quiero un montón, aunque estuvieras más gruñona o más pasota (¿quién no lo estaría en tu lugar…?)

Y estos días mensajito de Pug en plan “hay algo que tengo que contarte que no nos gusta”, seguido de llamada mañanera que no auguraba nada bueno… Y luego el vacío que se creó en el despacho de pronto, agradeciendo que no hubiera nadie que me viera contener la angustia que me daba pensarte en esa situación tan terrible, tan terrorífica. Porque me da pánico pensarte SOLA dentro de un cuerpo que es el tuyo y a la vez resulta ajeno, dentro de una cáscara quebrada. Y le pedí a Dios y a todas las fuerzas del universo, que no supieras nada, que estuvieras dormidita dentro… aunque a la vez deseara que estuvieras consciente y que volvieras a recuperarte pronto.

No quiero que te marches, Jefita, no quiero. Porque me gusta ir a verte y comer paella del señoret, y que nos contemos bobadas de rutina de médicos, viajes y embajadas. Pero siendo generosos, aunque duela, yo no quiero que sufras ni de cuerpo ni de espíritu ni de ná. Y lo único que espero es que pase lo que tenga pasar siempre y cuando sea bueno para ti.

Gracias por enseñarme tanto, profesional y personalmente, sobre todo por lo último, que al final ni viajes ni ná, pero intento practicar algunas de tus “leyes”: “Si haces una crítica y no le hace bien a nadie, mejor no la hagas”… ¡qué bonito sería el mundo si hubiera más gente así…!

¡Ay, Jefita! Te aseguro que si las veces que me acuerdo de ti al día, se convirtieran en pildoritas sanadoras, en dos días estabas bailando.

Si te tienes que ir, vete, y hazlo con la certeza de que te echaremos muchísimo de menos. Y si puedes quedarte -sonrío solo de pensarlo-, a la siguiente vez que aterrice en los Madriles, voy a darte un achuchón corriendo aunque sea arrastrando la maleta.

Si con dos envases de yogur y un hilo laaaargo, pudiera susurrarte al oído algo, te diría que te admiro, te quiero mucho y te agradezco que formes parte de mi vida y de lo que soy.

Tu recuerdo siempre me va a sacar una sonrisa, aunque escuezan un poco los ojos.

Beso gordo. “

Un comentario sobre “Por si existe la telepatía…

Deja un comentario