Como este año la cosa va de lagos porque siempre que estoy “por ahí” parece que estoy en uno, pues “terminé” las vacaciones (bueno, igual hay más, no sé) en otro de Italia. Le tenia yo ganas a la zona y aprovechamos la vuelta desde Skopje para venir.

Elegimos Vicenza para la primera noche en el país, y me gustó mucho. No es grande, no es enano y es una buena ciudad para dar un voltio en una escapada.

Aproveché la misa del domingo para irme de paseo por donde sabía que luego mi madre diría que “por ahí” no se nos había perdido nada, y me metí por calles llenas de palacetes y atravesé dos puentes de esos que consiguen una instantánea romántica y relajada. Porque sí, el paseo fue de relax, yo solita sin gente, haciendo fotos de puertas la mar de contenta.
Había mercado en la plaza, que acordándome después me recordaba un poco a la plaza de la catedral de Estrasburgo. A mí los mercados de ese tipo (más bien elegantoso…) ni fu ni fa y la cosa es que lo que no me gusta es que se tapan los edificios y la plaza en sí, pero bueno, le daba ambientillo al sitio y eso también tiene su aquel.

Debía haber “galguna” cosa por la ciudad porque la cantidad de perros que vimos, en especial galgos, no era ni medio normal. Sería exagerar si digo que había tantos perritos como personas, pero igual uno por cada dos o tres, sí que había…
Las calles estaban llenas de gente comiendo heladitos, tomando cafés del tamaño de un dedo, y de paseo porque era domingo y los domingos es día de pasear y además con las mejores galas.
Sí, la diferencia entre Italia y Macedonia en cuestiones de moda, se nota. Que mira que no soy yo de fijarme mucho, que hasta ahora me parecía que la gente era la mar de normal, pero las visitas siempre dicen que normales son, pero tirando a feúchos y con poco gusto. Lo del gusto lo corroboro sobre todo en las que se creen que van monas, porque en RMN lo más chic es el estilo así, como ruso, y se pintan y maquean de más, lo que para mí, hace que pierdan elegancia y se conviertan en muñecas, pero allá cada cual con lo que se pone. Y no me parece escandaloso allí, pero sí lo noto al salir y ver el “aire” de lo que ellos llaman “Europa” (los Balcanes al parecer son un continente aparte)
De Vicenza a Peschiera corrimos como los galgos de la calle en la estación porque hacíamos transbordo y los 5 min que dejan de margen no es que den tiempo a mucho. Llegamos al segundo tren con la lengua fuera y nos achuchamos en la puerta con todos los que venían igualito que nosotras. El paisaje ni idea porque resulta que como íbamos como sardinas, no se veía na de na.
Peschiera di Garda es un pueblo tranquilo, con casas de infarto junto al lago y un casco pequeño, pero bonito. El lago mantiene una especie de bruma casi constante que no permite ver el otro lado, y exceptuando un ratito que sí vimos las montañas de la otra orilla, parecía más un mar en calma.

Desde allí fuimos en barco a Bardolino y a Lize, transbordo de nuevo en Garda y de ahí a Sirmione, con su imponente castillo y sus calles empedradas.

Bonito, sí, pero creo que todos esos pueblos han perdido la esencia. Igual que pasa en algunas islas griegas o en Mallorca, los turistas han tomado las calles y los comercios lo saben. Imposible contar el número de heladerías, el trajín de paninis a precio de oro, el italiano en segundo plano… y es eso, bonito, pero podría estar en cualquier parte del mundo.

¿Volvería al lago di Garda? Pues no sé. Quizá. A ver otros pueblos, por aquello de que quiero ver el mundo entero, pero no porque me haya conquistado. Me ha gustado, no me arrepiento de haberlo conocido, peeeeeeroooo, es excesivamente turístico para mí (aunque si alguien me regalara una casita junto al lago, no iba a decir que no).

El final del viaje fue en Bolonia. Ya lo conocíamos y francamente me gustó más en verano, sin taaaaaanta gente, y más limpio y cuidado. Los soportales siguen ahí, resguardando de la lluvia y las casas siguen siendo naranjas aunque algunos se empeñen en decir que la ciudad es roja. No sé, Bolonia me encantó la primera vez que estuve, pero esta vez llegando desde Verona, tan sumamente encantadora, le robó protagonismo. Igualmente volveré, o no, ¿quién sabe? Hay tantos sitios en la lista…
Cuento esto y ya estoy de vuelta desde hace semanas en el sofá gris, mientras llueve a mares en la calle y se va la luz de vez en cuando. Quizá haya alguna escapada más de aquí a navidad, pero si no, seguiremos informando de las rutinas macedonias o las vacaciones albanesas, que no me olvido.